martes, agosto 22, 2006

Un desmedido y noble esfuerzo

En una suerte de búsqueda existencial de la perpetui- dad, mucha gente tapa sus sillones con cobijas horribles, las alfombras con jergas o trozos de hule y los asientos del coche con camisetas viejas. La idea de esto, y contra lo que muchos pensamos, no es arruinar el aspecto de estas piezas (al menos no directamente), sino protegerlas del maltrato para que permanezcan inmaculadas, en espera de una Visita Importante. De esta manera, la gente parece preferir que su casa luzca a diario como albergue de damnificados a cambio de la pequeña posibilidad de que un día llegara una Visita Importante, cualquiera que ésta pudiera ser, y que al ver los sillones y alfombras tan cuidados y resplandecientes se sorprendiera gratamente y felicitara al dueño con cálidos comentarios. Lo mismo ocurriría cuando subiera al coche y viera los asientos con su tapiz tan nuevecito. En la imaginería de estas cuidadosas personas, la Visita Importante irá, a partir de ese momento, hablando por el mundo acerca de tan nuevecita tapicería. Sin embargo, y sin ánimos de ofender a nadie, debo decir que este desmedido y noble esfuerzo por preservar los textiles esperando tales resultados, es tan inútil como estúpido, y a continuación, comparto 3 buenos argumentos para sostener esto:

1. Sólo los ricos, que pueden comprar chingos de sillones, reciben Visitas Importantes; aquél que protege un sillón con cobijas evidentemente no es un rico, así que no recibirá Visitas Importantes.

2. Antes de que llegue una Visita Importante a casa de alguien que no sea un rico, lo más probable es que la polilla joda los sillones (por más tapados que estén), las alfombras se pudran bajo las jergas y el coche se vaya por un barranco, eso sí, con su tapicería intacta.

3. Finalmente, en la ínfima posibilidad de que pudiera llegar una Visita Importante a casa de alguien que no sea un rico, lo hará de imprevisto, por accidente, descubriendo la casa del anfitrión llena de cobijas y jergas, convertida en aparente albergue para damnificados, causándole a la Visita Importante una peor impresión de la que una tapicería de medio cachete, común y corriente, pudo haberle causado, provocando que a partir de ese día, la Visita Importante vaya por el mundo hablando acerca de su mierdera tapicería a base de cobijas y jergas.

martes, agosto 01, 2006

Un artista conceptual

Con frecuencia suelo comprarle series piratas a Maicol, cosa que si bien no me pone orgulloso, en honor a la verdad, tampoco me quita el sueño. Debo decirlo así, con honestidad brutal. Y aunque sé que hay muchos puristas del derecho de autor que ya se están tardando en escupirme los horrores de mi corrupción, lo vuelvo a decir: comprar piratería no me quita el sueño. Pero no se piense que alego esto nomás de puro cínico, no; lo alego porque tengo una buena justificación: Para mí, Maicol no es un ladrón de obra original, sino un artista que sólo la interviene o modifica para dar paso a nuevas obras de su autoría, que son las que le compro. Para defender su autenticidad, ya sería suficiente decir que él no sólo produce nuevas e interesantes portadas, todas de su invención, con guerreros espaciales y chicas semidesnudas impresas en coquetas cajitas de cartón, pero por si fuera poco, Maicol, encima, es todo un artista conceptual, una suerte de Andy Warhol pero que, en lugar de agarrar fotos célebres (Mao, Monroe, Campbell's) y alterarlas, agarra series célebres y las transforma. Pongo un ejemplo: Lost, primera temporada, episodio 22. Maicol tomó ese episodio y, pudiendo venderlo tal cual, como un ruín piratilla, mejor lo alteró, dándole su toque personal al añadirle hacia el final, tres episodios de Smallville. ¿Robó una obra o simplemente la alteró en su estética? Si él no fuera todo un artista, ¿por qué firmó absolutamente todos los episodios de Lost con un gráfico de "Producciones Star Sistem" que cada siete minutos baila en la pantalla? Otro ejemplo: La Lista de Schindler. Hacia la mitad, cuando uno vive la ira de aquellos vejámenes, la película se atora y no corre más. ¿Defecto? ¡Claro que no! Maicol lo ha hecho a propósito, seguramente como un experimento vivencial, un happening donde el espectador transporta la ira de la ficción a la ira de la realidad. Último ejemplo: The Shield, la cuarta temporada. Llevo esperándola quince días, pero Maicol me hace dar vueltas en vano y no me la entrega. ¿Quién, si no un artista, especula así con el arte? ¿Quién, si no un artista, juzga con tanto cuidado al destinatario de SU obra? Cualquier piratilla ya la tendría distribuida, pero Maicol sabe que una serie no es sólo una mercancía que se trafica, sino una obra cambiante, efímera, en la que él ha puesto tiempo, sudor y sangre, haciéndola así de su propiedad.
¿Que si me quita el sueño comprarle series piratas al Maicol? Qué madres...