martes, julio 11, 2006

El salvaje ritual de las 3 navajas.

Cada cinco días, más o menos, me someto al salvaje ritual de las 3 navajas que tanto me caga, pero que fascina en lo social. Este salvaje ritual requiere de al menos una navaja (frecuentemente dos, adheridas a un mango de plástico) que hay que restregar en la cara, para cortar los pelos que salen ahí y en la papada. Los puristas llaman a esto "rasurar", pero yo, como se puede ver más arriba, lo llamo "el salvaje ritual de las 3 navajas" (por el rastrillo MatchIII, que incorpora 3 navajas que desafortunadamente no son tan filosas como en el pinche comercial). Cuando uno va a rasurarse, dicen los puristas, lo primero que hay que hacer es untarse espumita pa reblandecer (Reblandecer... debería usar más esta palabra) los pelos de la barba y posteriormente se friega la cara con el rastrillo (el MatchIII en mi caso). Aquellos que presumen de enterados, dicen que el tormento no lo es tanto si se conoce la técnica adecuada, técnica que por cierto, todos los hombres que conozco, aseguran poseer: agua caliente, mucha espuma, de arriba hacia abajo, nunca hacia arriba, toalla bien mojada, gotas de aceite, rastrillos modernos, mucha calma y paciencia, etc. Sin embargo, la realidad es que, hágase lo que se haga, la barba es caprichosa y la piel de la cara más, y uno nunca sabe cuándo, pese a utilizarse todos los cuidados, se termine con la cara hecha una miseria. Hoy, por ejemplo, seguí todos los procedimientos y me rasuré con el mayor de los cuidados, pero por alguna razón mística terminé con la cara como si del culo de un pinche mandril se tratara; roja e inflamada... adolorida y sangrante... (éstas últimas 2 características no aplican para mi metáfora del mandril... al menos no para uno en condiciones normales). Nuncamente me fue tan bien como al chavo del anuncio del Match III, a quien más que rasurarlo, parece que el rastrillo sólo lo desenjabona.
Han pasado casi siete horas desde el salvaje ritual de las 3 navajas y la cara me palpita en múltiples erupciones habituales, reclamándome el excesivo cuidado que pongo en no molestar las maneras de la sociedad, aunque por ello, a ella, mi cara, le ponga una madriza colosal. Han pasado siete horas y mientras me palpita y me duele, y se irrita a grados superlativos, me ha parecido oírla, con su indescriptible voz de cara, preguntándome: "Oye, cabrón, ¿y si al menos por este pinche mes nos dejamos la pinche barba?". Y juro que, mitad por culpa, mitad por buena idea, la cara me ha puesto a pensar.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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7:50 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

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1:57 a.m.  

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