lunes, junio 05, 2006

El Amo del Disfraz



En la mera esquina de Patriotismo y Felix Cuevas hay un personaje que me es incómodo. Usa ropa muy fregada, el pelo como de trapeador y renguea una pierna exageradamente, como si de ella arrastrara un yunque. Yo he visto cómo fanfarronea con una supuesta lesión que le impide trabajar, pero déjenme decirles que cuando el semáforo me frena en esa esquina, el "lisiado" corre hacia mí, ligero como el viento e invariablemente se coloca frente a mi ventana, inclina la cabeza hacia un lado, como vencida por la miseria, me mira con sufrimiento y extendiendo una mano, me reclama por lo que a mí, asegura él, me sobra. Yo no suelo caciquearle las monedas a los necesitados, pero este hombre no es uno de ellos, sino un vivales que se vale de un buen disfraz para tomarme el pelo. Aunque no puedo comprobarlo, yo sé que el vivales no es más que un astuto baquetón que vive de engañar a los automovilistas; sano como toro y con piernas tan fuertes como las de un futbolista. Bien que imagino al miserable jugando al fut los domingos, comprándose caguamas con el dinero que me roba, chantaje en boca. Y por más que lo sé, cada que me agarra en el semáforo e inicia su poderoso acto pordiosero no puedo evitar darle unas monedas, debilidad que me enfurece. Por ello ahora, cuando me acerco a Patriotismo, miro con atención el semáforo y calculo la velocidad, tratando de que me toque, si no la verde, al menos la luz ambar, para seguirme de frente. Al menos eso intenté hoy en la mañana, sin saber que el fariseo, amo del disfraz, también tenía sus trucos bajo la manga, de ahí que cuando vió que me le escapaba se cruzó mañosamente, para obligarme a frenar. Así, ante la suciedad de sus maneras, me vi forzado a utilizar trucos aún más sucios, y mientras él se paraba en mi ventanilla, estirando la mano, yo fingí recoger objetos imaginarios bajo el asiento y cuando el golpeó el cristal, yo fingí una llamada telefónica. Pero ni con estos recursos --que hacen desistir hasta al necio Organillero-- vencí al fanfarrón. Cuando resultó ridículo fingir más, cedí. Y lo veo y me ve, y estira la mano, y hago como que me busco monedas, y le digo que no hay, y él inclina aún más la cabeza, con más dolor, con más miseria, y le muestro que sólo traigo billetes, y él se pega al cristal, y murmura algo que no oigo pero que imagino qué es, y miro el semáforo, que aún no se pone el verde, y él se señala su pierna, presuntamente mala y yo... y yo vuelvo a caer, esta vez con uno de a veinte.

Ahora, mientras escribo esto, imagino al Amo del Disfraz, feliz con su victoria, imaginándome a mí, postrado en mi escritorio, verde de neuras, imaginándolo a él.

5 Comments:

Blogger Isabelika said...

me infigna que la lástima se venda... si que armaste el debate en el cbox, saludos!

12:08 a.m.  
Blogger YO NEURAS said...

Montón de pillos... ya les caeré en la maroma...

11:07 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

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