martes, abril 17, 2007

La pólvora, el cometa, la tinta y el papel

Ok. Para seguir en mi recientemente adquirido tono étnico necio cultural, paso a comentar acerca de una gran necedad de los chinos. ¿Qué pedo con sus palitos para comer? Honestamente, uno de los inventos más ociosos e inútiles de la humanidad: dos pinches palitos. Por favor, ni siquiera puede ser llamado invento. Son dos palitos. No es una herramienta, no es un utensilio ni es tampoco un artefacto; son dos palitos. Punto. De hecho, ni siquiera deberían ser llamados "Palitos Chinos", pues palitos ha habido en todo el planeta desde siempre. Si los chinos los usan para comer, en lugar de para agarrar bichos, como hacemos los demás, ya es otra cosa. Movilizarlos en la mano es tan complicado como hablar en lenguaje de sordomudos. La gente dice: no es que sean malos los palitos, es que hay que aprender a usarlos. Y yo contesto: ¿aprender a usarlos? ¡Ni que fueran un pinche violín! Una herramienta que para poder ser usada requiere arduo entrenamiento me parece una herramienta fallida. ¿Cuánto hay que entrenar para usar un martillo? ¿Cuánto para una navaja? De cualquier manera, mi punto ni siquiera va hacia su invención o el comienzo de su uso. Mi problema va a que los chinos sigan usando los palitos aun conociendo las maravillas del tenedor; una necedad sólo comparable a la de los ingleses conduciendo del lado izquierdo del camino cuando el resto del mundo lo hace por el derecho. Y por favor, jipis, no me salgan con que los chinos lo hacen para mantener vivos los rasgos de su milenaria cultura. No. Los chinos usan los palitos porque la cagaron a la hora de elegir instrumento y son demasiado soberbios como para admitirlo y echarse para atrás. Pero, amigos chinos, les tengo noticias; la época del tenedor llegó para quedarse. No se cieguen frente a la superioridad del tenedor ni crean que por ser ochenta mil chorrocientos millones de chinos, ganarán esta batalla: Los palitos sólo pueden, sujetar y acarrear. El tenedor también, pero además trincha, importante cualidad. Uno puede trinchar un trozo de carne y espantarse abejas con la misma carne que sostiene el tenedor y la carne se mantendrá en su lugar. Quisiera ver que alguien haga lo mismo con los palitos. Incluso, un tenedor bien utilizado, puede llevar líquidos a la boca. Yo lo he hecho. Con los palitos habría que ser estúpido para siquiera intentarlo. Usar los palitos en épocas del tenedor es tan torpe como querer acarrear paja usando tacos de billar en lugar de un buen trinche. ¿Cómo es posible que la milenaria cultura que otrora inventara la pólvora, el cometa, la tinta y el papel, y que encima construyera una pinche pared tan grande que puede ser vista desde el espacio, no haya sido capaz de inventar un mejor instrumento para echarse comida a la boca?

Misterios sin resolver.

viernes, abril 13, 2007

Comportamientos nocivos


No es poco común que los españoles se encabronen porque escribimos "México" con equis. Ellos, que afirman haber inventado el español, dicen que está mal hacerlo y que debería ser escrito "Méjico", con jota, por meras cuestiones ortográficas. Yo no sé. Lo que sí sé es que a mí me gusta escribir "México" con equis, porque me hace sentir más mexica que nunca y también sé que los españoles bien se hubieran podido ahorrar el coraje de ver escrito con equis lo que debería ser con jota no viniendo nunca a conquistar. Pero vinieron. Por otra parte, los gringos escriben "Montezuma" en vez de "Moctezuma" y a mí me encabrona que lo hagan, pues cada vez que lo veo escrito así, me siento vulnerado en mis cimientos mexicas. Es por ello que cuando tengo la oportunidad les aclaro que por meras cuestiones ortográficas, "Moctezuma" va con Ce, a lo que ellos me contestan, casi siempre, que a ellos les gusta escribirlo con ene, pues así les da su chingada gana. Tanto valemadrismo me encabrona aún más. Ahora, ¿estoy comportándome exactamente como los españoles con la equis? ¿Estoy cayendo en los comportamientos nocivos de los que antes renegué? Pues sí, pero con una diferencia. Yo no tengo los huevos de haberme chingado durante tres siglos el oro de los gringos y todavía irles a decir que no me gusta cómo escriben.

Porristas de la mediocridad

Cuando alrededor del mundo, incluso en los países menos favore- cidos, las verdaderas desgracias azotan y borran todo a su paso, México vuelve a dar la nota vergonzosa con un pinche temblor de seis punto cuatro. Y por si fuera poco, no faltan los entusiastas del poquiterismo exagerando el insulso tremolo: "No, mano... estuvo grueso... se cimbró todo... salí corriendo... bla, bla, bla". Qué madres...

El día que Tokio, San Francisco o Los Ángeles, ciudades realmente comprometidas con la hecatombe y la destrucción mundial, nos restrieguen en la cara un verdadero terremoto, uno altamente destructivo y aún más mortífero, no sólo se nos caerá la cara de vergüenza, sino que comprenderemos demasiado tarde que una nación es poderosa sólo en la medida en que no vive soñando con sus desgracias, sino que las tiene.

Sólo recuerden, porristas de la mediocridad, que mientras sigamos siendo un país que festeja las miniaturas, jamás nos llegarán las cosas grandes. Tal parece que estamos condenados a vivir, no como actores, sino como simples espectadores de las catástrofes de otros o, si acaso, cuando más, a vivir de glorias pasadas, como el terremoto del 85 que, en honor a la verdad, y esto hay que decirlo, sólo quedó en un buen intento, un chispazo, una llamarada de petate.

miércoles, abril 04, 2007

Simpático e ingenioso

En su blog (eltrajedelemperador. blogspot.com), mi buen amigo, el Guamas, trata fugazmente el tema del poco ingenio a la hora de nombrar bandas de rock, pero a su favor hay que decir que no se queda en la simple denuncia, sino que propone un nombre para una banda: The Tortillatarians, una mezcla de las palabras "tortilla" y "totallitarian". Un buen nombre, sin duda... simpático e ingenioso. Sin embargo, me honra anunciar que, sin duda, lo he superado fácilmente: The Tortallitarians; una aún más ingeniosa mezcla de las palabras "torta" y "totallitarian". Estoy tan satisfecho con mi nombre y tan convencido de su poder sonoro y conceptual que, en el remoto caso de armar una banda, quizá lo use. Por lo pronto ya tengo su slogan de batalla: The Tortallitarians... los dictadores del fastfood.

Ensayo sobre "Corintios 12"

I. INTRODUCCIÓN.
Últimamente he sido acusado de monotemático; los idiotas me reclaman abusar de los temas del gimnasio, y aunque sé que no debería justificarme de ningún modo, ni dar explicaciones, sino mandar al carajo a estos grandes críticos, no lo haré; siempre me ha caracterizado mi tolerancia frente al imbécil. Lo que sí haré, en cambio, y como un postura meramente ideológica, será volver a abusar de los temas de mi gimnasio. En este caso, El Cabrón que se encuera.
II. PLANTEAMIENTO
En mi gimnasio hay un cabrón que gusta de enseñar su cuerpo desnudo. No sé si él sólo carezca de complejos, se sienta un Adonis digno de ser admirado, o simplemente busque un compañero para intimar. Pero el caso es que cada vez que me estoy vistiendo, él sale de la regadera y se muestra, orgulloso, como Dios lo trajo al mundo. Digo, nada contra el cuerpo humano, pero no sé hasta dónde esté bien mostrar lo de uno a tan corta distancia... Qué madres. Claro que sé, y sé que está mal. De hecho, si uno le rasca a la Biblia, encontrará en Corintios 12 algo acerca de ello: "De esta manera, no enseñareis a otros ni lo íntimo ni lo pudoroso, pues es motivo no sólo de vergüenza, sino también de escarnio y castigos infernales". Pero el cabrón que se encuera ha de ser ateo, pues no teme a estas advertencias. Por otro lado, he de decir que a su favor tiene el ser un buen charlador y dominar temas de interés y actualidad, ya que lo mismo habla de la música del ayer, como de los misteriosos porqués de las caídas financieras. Desafortunadamente, en su contra tiene charlar encuerado, y yo no le puedo dar mucha credibilidad a quien discute los contras de la inversión extranjera en México con su ése tan presente, como si fuera otro interlocutor. Estas charlas, dicho sea de paso, las realizo de pie, para que no quede duda de que cuando platico con él, lo miro a los ojos.
III. LAS INTERROGANTES
¿Neta es tan necesario mostrar el pito de uno al otro? ¿Habrá algo tribal de por medio... una suerte de código de hombría que desconozco? ¿Será una tradición mexicana que la globalización está haciendo desaparecer? ¿Algo milenario llamado La Muestra de los Pitos? ¿Un antiguo y honorable saludo, rompedor de todos los hielos? Si así fuera... ¿Estoy siendo grosero por no enseñar lo mío? ¿El cabrón que se encuera escribirá mal de mí por no hacer lo propio? ¿Me llamará El Cabrón que no se encuera? ¿Se sentirá robado por mostrarse y no recibir nada a cambio? ¿Una suerte del también milenario Yo te enseño, tú me enseñas?
IV. MIS CONCLUSIONES
1. No tengo nada contra el tema fálico, pero tampoco necesito que el tema fálico se balanceé frente a mí.
2. Enseñar el pito a otro es definitivamente una forma de insulto. De ahí la conocida seña del dedo medio.
3. Cualquier cabrón que se encuere frente a uno lo está insultando gravemente. La cosa es que entre el pinche gobierno, los jipis y las ONGs nos han convencido de que no, que se trata sólo de algo natural.
4. No basta que el pito sea algo natural para que su exhibición pública no sea motivo de agravio. Ej. Si yo le pinto un pito a Aguien, de coche a coche, cuando Alguien me reclame no le puedo decir: "No te azotes, rey... el pito es algo natural" pues él bien podría responder: "Natural" también es la caca y no te la aviento, ¿verdad? Y tendría harta razón.
V. RESUMEN
Cabrón que se encuera, deja de hacerlo...

martes, abril 03, 2007

Tres metros después

En la Rosario Paliza de Carpio, diurna y vespertina, había un mocosete como de siete años que cada vez que me veía, invariablemente me gritaba algo como: "pinche pendejo chinga tu madre pinche puto chinga tu madre", palabras más, palabras menos y sólo a mí y a nadie más. Yo lo interceptaba cuando pensaba escapar y cuando le exigía cuentas, él suplicaba: "Ya... te metes con los chiquitos para pelear." Algo en él me conmovía y lo dejaba en paz. Tres metros después, arremetía: "Pinche pendejo chinga tu madre pinche puto chinga tu madre". Luego yo iba tras de él para exigirle cuentas y él corría y me tomaba el pelo de nuevo. Era un juego tan largo como uno quisiera. ¿Y a qué voy con esto? A que Becker, mi gato, chilla por las noches. A ninguna hora en particular, sólo le importa que sea a una hora en que yo ya esté dormido. El gato, que podría chillar en muchos lados de mi casa, prefiere hacerlo en mi puerta: "Miau, miau, miau, miau... etc". Yo, furioso, me paro y lo persigo para exigirle cuentas, y ya que lo arrincono, él suplica con su carita de mosca muerta. Incluso tiembla como si yo fuera un golpeador, que no lo soy. Algo en él me conmueve y lo dejo en paz. Tres metros después, arremete: "Miau, miau, miau, miau... etc". Luego yo voy furioso a exigirle cuentas y él corre y me toma el pelo de nuevo. Es un juego tan largo como uno quiera. ¿Y a qué voy con esto? A que si al mocosete como de siete años que, en la Rosario Paliza de Carpio, cada vez que me veía, invariablemente me gritaba: "Pinche pendejo chinga tu madre pinche puto chinga tu madre", palabras más, palabras menos y sólo a mí y a nadie más, le hubiera dado una buena patada en el culo, en lugar de conmoverme, para terminar de esa forma un tanto violenta, por qué no decirlo así, con ese estúpido juego donde sólo él se divertía, quizá yo habría aprendido que sólo los idiotas se conmueven de los abusivos y quizá, sólo quizá, hoy día no traería estas pinches ojeras ni habría pasado una noche de insomnio por culpa de un puto gato al que nomás no puedo echar, pues cada vez que planeo hacerlo algo en él me conmueve y lo dejo en paz, aun a sabiendas de que tres metros después habré de arrepentirme.