viernes, marzo 09, 2007

Un tipo normal

Estoy más que cagado de no poder encontrar pantalones que me queden chingones. Comprar ropa se ha vuelto una pesadilla para mí. Y aclaro que ni soy un enano, ni el gordazo, ése, de Monterrey, que aunque ha bajado 200 kilos sigue sin poder ponerse de pie. No, yo me considero un tipo normal, buen representante de nuestra orgullosa raza mestiza, donde ni flaco ni gordo, ni alto ni chaparro, sino más bien, como decimos los que somos como yo, "soy normalito". Sin embargo, y aún cuando puedo sostener con pruebas irrefutables que en México la mayor parte de los hombres tienen, poco más, poco menos, mi talla, mi misma altura y mi pinche mismo largo de piernas, resulta una cruzada comprar pantalones que no sean para un cabrón de un metro ochenta y tres y cintura 28. "Así vienen todos", me dice el cabrón que atiende en Zara, como si fuera una gran excusa... ¡Pues pídanlos más pinches cortos! ¿O qué? ¿El promedio de altura en Df es el metro ochenta? ¿Todos en México son modelos? ¿O yo soy el único pendejo al que no le quedan sus pantalones? El hombrecillo ni escucha bien y sólo me ofrece no sé qué pinche sastre para arreglarlos, pero yo no los quiero dejar... me los quiero llevar ya, no quiero regresar en una semana. Me siento como chavito con juguete de pilas, sin pilas, en domingo por la noche. Si fui ese día fue para llevármelos ese día. Además, no nos hágamos tarugos... recortar pantalones es como anillar un motor... no quedan iguales, uno se da cuenta, el dobladillo se ve chafón y lo hace a uno verse ñoño, como quien hereda los pantalones de su hermano y su mamá se los arregló. Entonces uno pensaría que levis es la opción más sencilla, los inventores del yins, pero no es así. Los cortes son confusos, que si onda cholo, que si amplio, que si desgastado, que si corte para botas, que si remangado para que se pise, etc. Pido los rectos, 501, pero sólo tienen en colores horribles, o en tamaño hombre de metro cohenta y tres. Y así, sólo me queda de dos sopas: o me monto en mi macho y me compro los pantalones largos aunque los ande arrastrando con todo y el jodido dobladillo que les haga, viéndome más ñoño que nunca, y después de haber pagado lana que no tengo por unos pantalones supuestamente chingones que se me ven mierderos, o no me compro ni madres y mejor me voy a Milano, donde seguramente sólo conseguiré unos brillosos pantalones de terlenka pero que, eso sí, me hagan lucir cn toda la dignidad que e merezco.