jueves, julio 27, 2006

Mi famoso desayuno sano

Entre salir del gimnasio y llegar al trabajo suelo pasar a la Comer por mi famoso desayuno sano. Así ha sido desde el día que descubrí que, en su "fuente de sodas", venden jugo de toronja (por algún motivo sólo venden de toronja y ya) y en el área de comida, arroz aderezado con huevos cocidos, que a mí me gustan mucho. Yo solía llegar y pedir mi jugo y mientras me lo hacían tomaba mi botecito, le echaba un huevo cocido, lo enterraba con arroz (no estaba seguro si era sólo de a un huevo por ración) luego echaba otro huevo y lo cubría con más arroz. Al salir pasaba por una manzana verde (me cagan las rojas y me lastiman las encías), recogía mi jugo y a disfrutar de mi desayuno sano.
Pero esos buenos tiempos han quedado atrás.
Llevo toda esta semana pidiendo, infructuosamente, mi jugo de toronja. "No tenemos toronjas" me dicen ellos y yo volteo al área de frutas y verduras: "Pues vaya y agarre unas toronjas de allá!" Y el hombrecito sólo niega con la cabeza: "No.... no podemos... hasta que llegue el jefe". Yo, que no tengo tiempo que perder con ese idiota, voy por mi arroz con huevo... ¡y qué sorpresa me llevo cuando veo que ya no aderezan el arroz con huevitos cocidos! Al parecer les resulta muy caro porque la gente agarra de a muchos, de manera que ahora esos pinches avaros, sólo ponen el arroz ,seco. Con la tolerancia que me caracteriza, resumo que mi desayuno sano será, en esta ocasión, una manzana. Voy por ella y sólo hay rojas.
Resignado, me decido por unos doritos y una coca light. Si Dios, mi buen señor, en su infinita sabiduría (y en contubernio con Julio Regalado) decide negarme los huevos cocidos en el arroz y caciquearme las toronjas, amén, que así sea. Finalmente, quién soy yo para cuestionar las maneras de figuras tan principales, sino un mediocre comprador y un peor creyente.

martes, julio 25, 2006

Noventa meadas.

Ayer pensé escribir acerca de los cretinos de Sanborn´s que no me dejan usar el baño si no compro nada. Pensé rebatir, con mucho detalle, que yo he comprado en la jodida tienda unas cien veces pero he usado el baño sólo unas diez. Pensé escribir que me deben noventa meadas. Sin embargo, no escribí nada porque preferí dejar tan buen tema para hoy... O al menos eso era lo que tenía en mente, porque hoy desperté con una frase ingeniosa en la cabeza que me ha hecho recapacitar: "Aquél que hace hoy lo que puede dejar para mañana, es un imbécil que, por su propia mano, termina quedándose sin planes para el futuro".

De esta manera, siendo coherente con mi frase, quedo a deber lo que pienso acerca de los cretinos de Sanborn's y mis noventa meadas adeudadas.

viernes, julio 21, 2006

Alguna escena jaladona

Yo desprecio a quien le suena el celular en la sala de cine, pero aplaudo al que irrumpe gritando "¡Ya llegué!". Me desquicia el que menea mi respaldo con sus pies, pero cómo me hace reír el que señala en la pantalla, y con un láser rojo, las chichis y nalgas de alguna guapa actriz. Podría golpear a quien repite en voz alta todo lo que vamos viendo, como si fuera un inútil traductor simultáneo, pero festejo al gracioso que se avienta el "¡Ésa ya la vi!" cuando apenas se asoma el cerro nevado de la Paramount. Creo que es muy grosero hacer ruido con el celofán de los chocolates, o abrir un refresco a medio drama, pero aprecio la oportunidad de quien compara, a viva voz, a algún actor con un personaje chusco: ¡Ah, cabrón... miren, ahí ta el peje!". Considero imperdonable que se lleven niños de brazos al cine, pa que a media película chillen, pero no veo mal que algún comediante improvisado se levante a aplaudir durante alguna escena jaladona. Podría demandar al dueño del inmueble si el sonido está malo, pero no vería mal que una rata de cola pelada entrara a corretear por ahí, con las obvias e histéricas consecuencias. No me importa que la película se queme o se interrumpa su exposición siempre y cuando la infaltable pandilla de preparatorianos cague a insultos al cácaro o, por qué no, le aviente de pistachazos. Finalmente he de decir que no hay ocasión en que, en la sala de cine y a media película, no me ilusione con un incendio de bajo perfil y saldo blanco.
Sí, lo sé... mi percepción del séptimo arte es torcida y complicada.

martes, julio 18, 2006

Un minuto con quince segundos.

Cada vez que voy a un cajero automático me topo con un estúpido que llegó antes, pero que no sabe operarlo y sólo me hace perder mi tiempo. Mira la pantalla atemorizado, como si se enfrentara a un texto antiguo, escrito en rumano y, así, trata de seguir las indicaciones despacito y con cara de extrañeza. Este estúpido parece teclear en cámara lenta, como si cualquier error que pudiera cometer nos hiciera volar por los aires. Luego aparece una nueva instrucción y el estúpido la lee lento y etc. Así por espacio de media hora.
Como estoy harto de perder mi tiempo viendo al estúpido de enfrente tratar de operar el cajero, a continuación comparto los secretos de cómo operarlo con la máxima destreza y velocidad, esperando que todos puedan compartir, a su vez, este sencillo instructivo, en espera de un mundo mejor.
INSTRUCTIVO:
1. Cuando el Cajero te pida tu clave... teclea tu clave.
2. Cuando te pregunte qué servicio quieres... teclea el servicio que quieres.
3. Cuando te pregunte la cantidad que desees... teclea la cantidad que desees.
4. Cuando te pregunte si quieres algo más... teclea "sí" en el caso de que sí o "no" en el caso de que no.
5. Cuando te pida que retires tu tarjeta... retira tu tarjeta.
6. Cuando termines... vete.
NOTAS IMPORTANTES:
1. El cajero no suele hacer preguntas capciosas; lo que te pregunte es lo que es. No te quedes viendo por horas la pregunta ni le busques otro significado. Simplemente respóndela.
2. Si el cajero te dice que no tiene el servicio que deseas o no dispone de efectivo, creele; intentarlo varias veces no lo hará cambiar de opinión, pero sí hará encabronar al que esté detrás de ti.
3. Si eres de memoria relajada, apunta en un papelito los datos que requieras antes de hacer tu operación; es muy molesto que trates de acordarte de tu puto nip cuando hay una fila que espera.
4. Sólo hay tres cosas que debes retirar antes de irte: tu tarjeta, tu dinero y tu comprobante. No hay nada más que se te pueda olvidar, así que no te quedes como tonto viendo el cajero y palpándote las bolsas. O harás encabronar al de atrás.
Tiempo estimado de cualquier operación: 1:15 mins. Tardarse más tiempo que esto, hará encabronar al de atrás.

miércoles, julio 12, 2006

Del Hiroshi

Hoy el recuerdo del Hiroshi me volvió a atormentar. Lo imaginé, de nuevo, como un alto ejecutivo de alguna empresa (posiblemente una pinche fábrica de cacahuates) a la que yo llego pidiendo trabajo. Hiroshi, muy elegante, me recibe, ve mis papeles, y me dice: "¿H? ¿No será usted aquel H que me gritaba: "¡chino!" en 3° de primaria, verdad?". Y hasta ahí la imaginería. Luego pienso, "Qué pinche Hiroshi tan sentido... han pasado 22 años ¿y me sigue atormentando?". Lo hubiera querido ver aguantando vara en Hermosillo, como hice yo, recibiendo la carrilla de aquellos trogloditas de la Rosario Paliza de Carpio. Aquello era sufrir y no que te griten: "¡chino!". Pero Hiroshi la hacía mucho de jamón. Un día hasta llevó al papá a defenderlo. Eso fue el colmo. Hiroshi y yo aguantábamos a los respectivos papás y el suyo llegó antes. Fue breve y directo. Le dijo que me pegara si yo lo molestaba de nuevo. Yo veía al viejo pensando lo mismo que pienso ahora: Quisiera verlo, pinche chino...
Ése es mi último recuerdo de Hiroshi. No sé si él se fue del Piaget o yo me fui antes, o si acaso el cabrón finalmente me pegó y me hizo bloquear todo lo relacionado con él. Aunque, modestia aparte, lo dudo grandemente. A lo mejor hoy sí podría ser, convertido ya y de acuerdo a sus milenarias tradiciones, en samurai. Pero en el Piaget todavía no era ningún samurai. La cosa es que hoy pensé que si acaso, por algún motivo extraño Hiroshi llegara a leer éste, mi blog, supiera que ya no es necesario atormentarme con sus terroristas apariciones en mi cabeza, pues estoy en paz. Debe olvidarse de rencillas y dejarlo todo atrás, como he hecho yo, que no le guardo rencor por haberme echado a su papá en la escuela y vivo tan reconciliado con la vida que ya no sólo no me interesaría gritarle: "!chino!" nunca más, sino que incluso, estaría encantado de escuchar una oferta para trabajar, con mucha amistad, en su pinche fábrica de cacahuates.

martes, julio 11, 2006

El salvaje ritual de las 3 navajas.

Cada cinco días, más o menos, me someto al salvaje ritual de las 3 navajas que tanto me caga, pero que fascina en lo social. Este salvaje ritual requiere de al menos una navaja (frecuentemente dos, adheridas a un mango de plástico) que hay que restregar en la cara, para cortar los pelos que salen ahí y en la papada. Los puristas llaman a esto "rasurar", pero yo, como se puede ver más arriba, lo llamo "el salvaje ritual de las 3 navajas" (por el rastrillo MatchIII, que incorpora 3 navajas que desafortunadamente no son tan filosas como en el pinche comercial). Cuando uno va a rasurarse, dicen los puristas, lo primero que hay que hacer es untarse espumita pa reblandecer (Reblandecer... debería usar más esta palabra) los pelos de la barba y posteriormente se friega la cara con el rastrillo (el MatchIII en mi caso). Aquellos que presumen de enterados, dicen que el tormento no lo es tanto si se conoce la técnica adecuada, técnica que por cierto, todos los hombres que conozco, aseguran poseer: agua caliente, mucha espuma, de arriba hacia abajo, nunca hacia arriba, toalla bien mojada, gotas de aceite, rastrillos modernos, mucha calma y paciencia, etc. Sin embargo, la realidad es que, hágase lo que se haga, la barba es caprichosa y la piel de la cara más, y uno nunca sabe cuándo, pese a utilizarse todos los cuidados, se termine con la cara hecha una miseria. Hoy, por ejemplo, seguí todos los procedimientos y me rasuré con el mayor de los cuidados, pero por alguna razón mística terminé con la cara como si del culo de un pinche mandril se tratara; roja e inflamada... adolorida y sangrante... (éstas últimas 2 características no aplican para mi metáfora del mandril... al menos no para uno en condiciones normales). Nuncamente me fue tan bien como al chavo del anuncio del Match III, a quien más que rasurarlo, parece que el rastrillo sólo lo desenjabona.
Han pasado casi siete horas desde el salvaje ritual de las 3 navajas y la cara me palpita en múltiples erupciones habituales, reclamándome el excesivo cuidado que pongo en no molestar las maneras de la sociedad, aunque por ello, a ella, mi cara, le ponga una madriza colosal. Han pasado siete horas y mientras me palpita y me duele, y se irrita a grados superlativos, me ha parecido oírla, con su indescriptible voz de cara, preguntándome: "Oye, cabrón, ¿y si al menos por este pinche mes nos dejamos la pinche barba?". Y juro que, mitad por culpa, mitad por buena idea, la cara me ha puesto a pensar.

viernes, julio 07, 2006

El Budismo Zen

Yo no sé si el jodido sistema de agua potable y alcantarillado de Av. Toluca sea de prioridad nacional, de complicado funcionamiento o si simplemente está hecho con las patas, pero de lo que sí estoy seguro es que cada cuatro días se le hace una obra mayor que dura meses en ser terminada: llegan 3 idiotas con un solo pico y se ponen a cavar a media calle, dejan un cerro de mierda y se van. Un mes después mandan a alguien a mal tapar el hoyo. Cada nueva obra es lo mismo y uno la detecta por la diferencia en el tráfico; si antes había mucho, ahora hay un chingo más y si ayer la fila de coches llegaba lejos, hoy llega un chingo de kilómetros más lejos. El malhumor se agrava entre los conductores y éstos, a vuelta de rueda, mientan madres contra lo que se cruce en su camino; perros, niños, viejitas. Hoy no es la excepción y los 3 idiotas habituales, pico en mano, han vuelto para cavar un hoyo como una alberca. Podrían trabajar de noche, cuando el tránsito es mínimo, pero a estos cabrones parece gustarles dormir rico en la noche para trabajar con buen ánimo de día, aunque por ello se arme un mega desmadre vial. Evidentemente, ellos son muy relajados frente al conflicto, como si anduvieran mariguanos o le supieran al budismo zen, y se soplan con buena cara las refrescadotas que les damos todos cuando, finalmente, pasamos junto a su obra. "Yeah, yeah... lo que quieran..." parecen decir ante los insultos que, iracundos y descontrolados, les gritamos colgados por la ventana. Ellos, en cambio, parecen darnos una lección de serenidad, manejando un gran nivel de paz interior, un nivel tan alto que invariablemente me hace pensar que, enfrentándonos a seres tan espirituales, tenemos perdida la batalla de Av. Toluca y que en este mundo cambiante no queda lugar para un conductor neurótico que sólo busca desahogarse a mentadas de madre, menos aún cuando sus enemigos, en este caso los 3 Idiotas del pico, apoyan su carácter en fuerzas tan superiores, como el Budismo Zen o en más probable caso, la relajante mariguana.

miércoles, julio 05, 2006

Una técnica honrosa y milenaria

Mi amigo Raymundo Cebada (a quien por discreción llamaré "R") alguna vez replicó, ante un comentario mío, que lavar los calzones mientras uno se baña, y colgarlos posteriormente de las llaves de la regadera era "una técnica honrosa y milenaria". Yo le dije que posiblemente era milenaria, pero nunca honrosa. ¿Eficaz? Sí... Incluso práctica y necesaria en muchos casos... pero jamás "honrosa". ¿Qué hay de honroso en exponer unos calzones mojados y, seguramente, mal lavados? Peor aún, si se comparte el baño... ¿Acaso hay honra al forzar al amigo, al compañero, a quitar de las llaves calzones ajenos (cepillo de la espalda de por medio) para poder bañarse? Los hombres, generalmente, no solemos cometer ese atropello a las buenas costumbres, sino más bien las mujeres, pero R siempre fue un tipo diferente a quien nunca le interesaron las buenas costumbres. Yo -le decía en aquella ocasión a R- no estoy en contra de quien lava los calzones en la regadera, sino de quien los expone desvergonzadamente, como trofeos. Evidentemente, aquél que vive solo, mientras no afecte a nadie, puede hacer de su vida un cucurucho, pero no estaría mal que, si practica esa vulgaridad, reflexionara un poco en torno a ello, pues el relajamiento de las buenas maneras es de difícil corrección: aquél a quien hoy no le avergüenza que una visita descubra sus prendas más íntimas decorando el baño, mañana no le avergonzará andar encuerado por las calles, mostrando sus miserias, o defecando en público, como si de un loco se tratara. Todo esto se lo dije a Ray con mucha elocuencia, pero él no entendió nada y me dijo que le valía madres, asegurando que seguiría lavando sus calzones en la regadera y que ahí mismo los colgaría.
Como dije, R era un tipo diferente.
Terminaré este reclamo rematando con una cita del Maestro José José, quien en una de sus más famosas canciones pareciera advertir a un individuo anónimo (¿Acaso a R?) acerca de estas peligrosas degeneraciones: "Cuidado, mucho cuidado... que estás tomando por un rumbo equivocado (...) Cuidado, no estoy tan ciego... para dejarte continuar con ese juego."

lunes, julio 03, 2006

La Derrota

Perdimos de nuevo, como en cada liguilla, como en cada mundial. Y como en cada derrota, nomás me llevo jodidos aprendizajes. ¿Caso particular? Que en el soccer como en la vida no bastan los cracks cuando no se sabe a qué se juega, pues un jugador bueno y carismático no garantiza ganar ni un partido. Me queda claro que sin un equipo sólido y confiable, en el que todos sus jugadores se la crean y tengan la camiseta bien puesta, sin un equipo con propuesta y en el que no sólo se juegue bonito sino que se juegue a algo, sólo idiotas como yo, crédulos borregos de causas perdidas, apostarán por su triunfo, confiados nomás, si acaso, en un rematador suficiente, en un diez de alguna calidad. Y por ello, como en cada liguilla, en cada mundial, hemos vuelto a perder. Sin embargo, entre tanto fracaso me queda la esperanza de un futuro donde alcanzo a ver la luz... opacona, pero luz a final de cuentas. Con autocrítica, admitiendo la derrota y revisando sus porqués, analizando los partidos, las jugadas, para corregirlas después, existe una esperanza. Hay que construir un mejor equipo, uno sólido y confiable, uno basado en su estructura y no en sus individualidades; uno que ame jugar y que al demostrarlo en los hechos, en la cancha, en la práctica, contagie su amor al aficionado. Sólo así, con un trabajo serio y dedicado, durante los próximos seis años, se podría armar un equipo lo suficientemente competitivo para aspirar al triunfo en el 2012.

Me caga haber perdido, pero más me caga que mi espíritu derrotado ocasioné que pierda su tono, éste, mi desentendido y desatendido muyneuras. Lo único que me queda es que, como débil venganza y justo desahogo por mis buenas maneras de perdedor, a partir de hoy atosigue a todos ante la menor de mis incomodidades: si el frío atiza: "¡Pinche Calderón!"; si hay escasés de cacahuates: "¡Pinche Calderón!"; si llueve fuerte pero de lado "¡Pinche Calderón!"; si la entrepierna me pica: "¡Pinche Calderón!".
Sé que es una venganza ñoña, pero es la mejor que tengo. Por otro lado, esta dinámica me hará sentir como un verdadero crítico del sistema.